Después de 2 semanas de confinamiento, bajando de casa solo para lo necesario, y apenas hablando 4 palabras con los vecinos, todo mi mundo se reduce a la comunicación por internet, a las bromas de WhatsApp y a los programas de radiotelevisión alternativos. Mi percepción de la realidad se oscurece progresivamente y, con las calles vacías, he llegado a pensar que estábamos en el inicio de la Apocalipsis, pero gracias a Dios, cada día a las 20 h, los balcones de la ciudad se llenan de aplausos y, como buen n° 6 y sobre todo, hombre libre, me repongo y busco cómo escapar a este encierro, …, empezando por intentar comprenderlo.
¿Cuál es la situación actual generada por esta crisis?
La situación, tanto social como humana, que se está viviendo en países como España, Italia o Francia no es buena, pero además debido a la falta de previsión e insuficiente logística sanitaria se vuelve insostenible y pone en peligro nuestro Estado del Bienestar. Es evidente que en estas circunstancias que nos obligan al confinamiento, nuestra economía, cuyas actividades comerciales e industriales están en caída libre, corren el riesgo de hundirse, lo que significa que el cierre de empresas y el incremento del paro serán, como en 1929, nuestro pan de cada día.
¿Podemos evitarlo?
Yo soy de los que creen qué si se puede, pero para ello, debemos realizar un buen diagnóstico, es decir, analizar las razones que nos han conducido a esta situación, detectar los errores cometidos y poner los medios necesarios para conseguirlo.
¿Cómo proceder?
Antes de continuar, es importante señalar que, en este análisis, no trataremos las cuestiones médicas ni los aspectos técnicos que de estas se derivan, pues ya existen numerosos expertos altamente cualificados que se están ocupando. Mi perspectiva de análisis será la de un economista que, preocupado por la caída libre de nuestros recursos económicos, imagina, gracias a un buen diagnóstico, como poner fin a esta deriva y como encontrar los medios necesarios para iniciar una recuperación.
En este marco metodológico, recuperando informaciones de la prensa, de informes médicos, de analistas de la seguridad pública y del INE, he podido hacer las siguientes constataciones:
Cuando todo empezó, la mayor parte de las personas infectadas y por lo tanto contagiosas, lo ignoraban. Estas personas llevaban, por lo tanto, una vida normal, es decir, continuaban yendo al trabajo y mantenían contactos con otras personas en sus momentos de ocio y/o transporte, extendiendo sin saberlo el coronavirus.
A finales de enero de 2020, todos los gobiernos y organismos públicos estaban al corriente del peligro del Coronavirus y de su rápida transmisibilidad, gracias a las repetidas comunicaciones y advertencias de la OMS.
En la primera quincena de febrero, con el conocimiento de la rápida velocidad de transmisión de este virus y del aumento exponencial de contagios que podía producirse, la lógica del bien común imponía que se empezasen a tomar medidas preventivas y que se analizasen las necesidades logísticas de una posible pandemia. Cualquier estudiante de matemáticas y estadística puede calcular la progresividad de un virus contagioso. Si por ejemplo en una jornada, una persona contagiada, portadora del virus, entra en contacto con 9 personas de promedio, y cada una de estas 9 personas entra en contacto con otras 9 personas durante 9 días, la progresión geométrica de los contagios puede llevarnos a más de 50.000 contagiados, de los cuales una gran mayoría desconocería su estado, continuando la progresión infernal de contagiados. Puede parecer un cálculo teórico, pero los resultados, aunque mal registrados, nos indican lo contrario: el 3 de abril había en España 117.000 personas oficialmente contaminadas y 11.000 fallecidas, sin embargo, un mes antes, el 3 de marzo, no había más de 5 fallecidos. La progresividad es evidente, no obstante, el problema que tenemos con los datos estadísticos es que, si bien pueden darnos una idea del volumen futuro de contaminados, no pueden explicarnos por sí mismos, el alto número de personas fallecidas.
No obstante lo dicho, muchos países empezaron a tomar medidas profilácticas a partir del 15 de febrero. Entre estas medidas señalamos la restricción de circulación, la generalización de máscaras de protección y el uso de guantes. Desgraciadamente España, Italia y Francia, esperaron demasiado para ponerlas en aplicación y, además parcialmente, al menos 3 semanas más. A pesar de todo, en casi todos los países se echaron en falta medidas complementarias de información y de pedagogía, así como la creación y puesta en funcionamiento de aplicaciones informáticas de información, tratamiento de datos y gestión, posibles gracias a la amplia utilización social de los teléfonos móviles ¿Cómo?:
Casi ningún país ha creado una plataforma pública de recepción y gestión de datos que, mediante una aplicación informática enviada al móvil de todos los ciudadanos para que éstos respondan cada día a una serie de preguntas sobre su salud, su entorno, su trabajo y sus desplazamientos, obtenga un cuadro estadístico de focos de infección, de tal manera que con esta información se pudiese anticipar la creación de otros focos y prever su crecimiento, gracias a lo cual, sin el uso sistemático de los test virales, se podría llevar a cabo una política de acción profiláctica y médica in situ, salvando numerosas vidas. Esto quiere decir que, aunque el Estado no disp